domingo, abril 29, 2007

Día del niño / Relato




Debajo de las cobijas el terror se apoderó de ellos, tal vez esconderse debajo de la cama hubiese resultado más efectivo, pero no había tiempo. El niño llegó de su recámara a la cama de sus padres, estaba muy excitado ante la escena, sus ojos veían en el cielo aquello que lo convertiría en parte de una generación histórica, sus padres sólo veían el fin.
El pequeño no hacía más que apuntar su tierno índice a aquellas luces desproporcionadas, luces con brillo de hoz en la penumbra de un sueño interrumpido. El padre despegó a su hijo de la ventana, lo hizo con calma, con palabras suaves le habló, lo abrazó como despidiéndose, lo abrazó con amor, y con resignación, para esconderse justo cuando un haz pareció descubrirlos. Les había llegado el momento.
Aquello, fuera lo que fuera, llegó a su ventana en el tiempo en que ellos apenas lograron meterse debajo de las cobijas, esa luz invadió su habitación, penetró en los rincones de la casa, iluminó su débil carpa de resguardo, entonces fueron parte de un circo, un circo de actos silentes, inmóviles y aterrados, fueron la carnada, los animales y los payasos.
Después de minutos de indescriptible angustia no pasó nada. Tampoco hubo aplausos. Un penetrante silencio se hizo en la ciudad, tal vez todos estarían muertos, tal vez sólo ellos, una familia de padre, madre e hijo, habían sido los sobrevivientes al ataque de las luces. Luego, como un susurro que se convierte en estridencia, como el acercarse de un tren al destino del infortunado, vino un llanto en masa, un llanto de niños. Se habrían llevado sólo a los adultos, tal vez.
Fue el niño quien por inocencia y curiosidad salió primero del refugio, el padre le siguió y lo descubrió postrado ante la ventana, el niño lloraba, lloraba el niño como afuera los niños también lloraban.
La madre al revisar la casa comprendió la desgracia, aquellas luces, fueran lo que fueran, se habían robado las primeras cosas más valiosas del ser humano, habían dejado al mundo entero envuelto en llanto. Una gran columna de juguetes se veía en las alturas, todos ellos hicieron como un gran tornado, gigantesco, lejano, luego más pequeño, más lejano, hasta desaparecer.

LMA© Abril de 2007

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Siempre he sido partidaria de tu prosa,sin embargo a mi me alegra que tus metaforas continuen en ascenso.. es muy bueno.

PD. Me encantaría leer tu prosa en segunda persona. Sonarias como metralleta, torpedo, remolino. Ojala un dia sea complacida.

abril 29, 2007 10:33 a.m.  
Blogger Unknown said...

Muy bien, me lo llevo a mis blogs.
Slds.

mayo 09, 2007 11:30 a.m.  
Anonymous Anónimo said...

No hay género que te sea esquivo eh?
Yo amo tu poesía (eso es noticia vieja), pero me dejaste sin palabras, estremecida.

No es eso el arte?

Gracias

agosto 20, 2007 2:57 a.m.  

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